15 de mayo de 2011

La Audiencia hace firme el derecho a no ser perturbado por el ruido de un ascensor , segun Encinar Administración de Fincas

Condena a una comunidad de Bilbao a indemnizar con 5.700 euros a dos de sus vecinos por «daños psicofísicos»


Cada noche viendo pasar las horas en el despertador. Sin pegar ojo. Así han vivido durante casi tres años E.M. y S.G., dos vecinos de Deusto. El culpable de su insomnio se encontraba a escasos tres metros sobre sus cabezas. La ruidosa maquinaria del ascensor de la comunidad les impedía conciliar el sueño. Cansados de esperar unas obras de aislamiento acústico que no llegaban, decidieron llevar su caso ante los tribunales. Un juez de Primera Instancia de Bilbao les dio la razón, en una sentencia calificada de «pionera» por expertos. El fallo obligaba al vecindario a indemnizarles con casi 12.000 euros por «daños psicofísicos». Un año después, la Audiencia provincial de Vizcaya ha ratificado la resolución, para evitar que el ruido del elevador vuelva a impedir su descanso.

Los problemas comenzaron en 2007, cuando E.M. y G.S. compraron su primera vivienda, en la Plaza Eliseo Migoya de Deusto. «Entonces no teníamos ni idea de que justo encima estaba el cuarto de máquinas del ascensor», recuerda la propietaria. «Cada vez que se utilizaba, nos despertaba. Apenas podíamos dormir cuatro horas seguidas», sostiene la afectada. En un primer momento, la pareja instó al resto de propietarios a realizar las obras necesarias para el aislamiento acústico de las instalaciones. No tuvieron éxito. «Nos llegaron a insinuar que éramos unos exagerados», sostiene E.M.

Lejos de resignarse a convivir con el «insoportable ruido», decidieron solicitar al Ayuntamiento una medición oficial. Entonces, los sonómetros de los técnicos municipales de Medio Ambiente llegaron a registrar 54 decibelios, cuando la normativa vigente limita a 30 el máximo de ruido que debe soportar una persona en su dormitorio por la noche. Con estas pruebas, E.M. y G.S. volvieron a solicitar las reformas que les permitiesen conciliar el sueño. El vecindario cedió y decidió acometer unas obras «mínimas» que no terminaron de solventar el problema. Ylos habitantes del último piso siguieron padeciendo el inquietante ruido del elevador. «Como no podía dormir, me dedicaba a contar los viajes. Una madrugada fueron 47», asegura la afectada.
Desesperados, decidieron acudir a la Justicia para tratar de poner fin a su calvario. «Antes intentamos alcanzar con ellos un acuerdo por las buenas», recuerdan. El primer fallo del Juzgado de Primera Instancia número once de Bilbao llegó el 30 de marzo de 2010. Su titular condenaba a la comunidad de propietarios del número 17 de la Plaza Eliseo Migoya a pagar a la pareja 11.700 euros por las «molestias provocadas por el ascensor». «La falta de sueño ha generado en los demandantes una situación psicofísica que ha precisado tratamiento», decía el juez, que obligaba al vecindario a realizar «todas las obras necesarias para cesar con las molestias en el plazo de tres meses».
Rebaja de la indemnización:
No satisfecha con el fallo, la comunidad decidió recurrirlo ante la Audiencia provincial, que acaba de dar de nuevo a la razón a E.M. y S.G. en una sentencia firme del 4 de mayo. Aunque da por buena la resolución del juez de Primera Instancia sobre el asunto de fondo, el matiz llega a la ahora de establecer la cuantía de la indemnización. En este caso, el magistrado rebaja a la mitad el importe, que se sitúa en 2.850 euros para cada agraviado. ¿El motivo? El dictamen reconoce que el trastorno del sueño «con síntomas de astenia, cefaleas, irritabilidad y trastorno ansioso-depresivo» tiene su origen en las molestias provocadas por el ascensor, pero el titular de la sección número cuatro señala que se trata de una «sintomatología de índole subjetiva».
La abogada de la defensa, Sandra Sánchez, destaca lo «novedoso» de la decisión judical. «Es la primera vez que se condena a una comunidad a indemnizar a alguno de sus propios moradores por los ruidos de un ascensor», se felicita. Sin embargo, la letrada valora «negativamente» la reducción de la indemnización. «Estaba probado que mis clientes habían padecido daños morales y físicos», argumenta. «De todos modos, la victoria ha sido nuestra de nuevo», añade.
Una opinión que también comparte la afectada, E.M.: «El dinero no me importaba. Sólo quiero dormir tranquila». De momento, la comunidad ya ha realizado algunas de las obras necesarias para la insonorización completa del cuarto de máquinas. Aunque tampoco parecen ser suficientes. «Antes el ruido era insoportable; ahora sólo es molesto», asegura, al tiempo que avisa: «Se siguen sobrepasando los límites máximos. No descansaré hasta que se solucione del todo».

Fuente:09.05.11 - JORGE BARBÓ. Elcorreo.com


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